A Matt Harding Te busco alegría... y danzando encuentro tus chispas multicolores, tu vitamina de sueños, tu corazón universal. el ritmo me sacude, penetra mi espíritu y me rejuvenece.
Viajo por el mundo, llenando mi canción de esperanzas, mi plegaria de zapatos gastados y el abrazo de las razas. Iluminado por el latido de los corazones libres, los gritos inocentes, y la adrenalina en mi alma.
Celestiales almas se unen a mi coro de ternura, desnudando su pureza, con la energía de sus risas.
Y danzamos...
Tan juntos como una enorme familia, como una sola esencia amalgamada en la brisa.
Y danzamos...
Moviendo locamente los pies apresurados, metiéndonos en el paraíso de la diversidad, en las formas y maneras que tiene la paz, para sanar el mundo con tanta bondad.
OBS: Hay una versión que dice que los videos de Matt son falsos. Sencillamente no importa, porque el mensaje de Matt siempre impactará mi corazón, todos debemos danzar en los terrenos de la paz, alli donde no existen fronteras, ni racismos absurdos.
Envuelta en la fusión de los alientos del aire, el color vino a empozar en la naturaleza, sereno fue aquietándose y dando espíritu a la inercia, en forma de niebla líquida y resquebrajando la dureza.
El fuego, oscilante y meteórico, reclamó el amarillo, ejerció su hegemonía sobre los demás colores, amalgamándolos en su árida pureza volcánica. La tierra, manto de erráticas cosmogonías, pidió ser bautizada en marrón, arrodillada en la brisa astral y luminosa exhaló su húmeda saliva y fue su sal brumosa.
Y el agua... líquido llanto del espíritu, escondido en las cavernas del cristal y el hielo, abrió sus etéreas venas y recibió el azul. Su piel, estigmatizada de inocencia, se empapó de profundidad y se llenó de aura oceánica.
Todo era armonía resucitada del polvo, colores conjugados, inmolados para la subsistencia. Colores adictos a la esencia en que brotan las fuerzas inmortales y sagradas. Derretimiento de heterogéneas tonalidades, difuso antagonismo de las nadas.
A Cody Lundin, mi hippie favorito Todo era desierto a mi alrededor, el sol respiraba sobre mí su aliento de fuego y sequía. Sentía hasta el rugido volcánico y ancestral de la arena, todo era silencio en la potestad de la roca.
Caminaba descalzo y me unía a la madre tierra, esa energía vibrante que aun sopla en mí la vida. Y el cielo...tan azul y etéreo en el silencio, confrontaba mi fatiga absorbiendo mi pena.
Tenía miedo, y la naturaleza hostil me acechaba, pero yo rezaba sus plegarias y ella me protegía. Me hacía encontrar las formas con las cuales seguir procurando la existencia, en virtud del amor de quien nos ama y pide clemencia.
Y buscaba las formas de sobrevivir...
Oliendo la humedad en las pequeñas cavernas de la tierra. Avivando el fuego sagrado, multiforme y mítico, con el rozamiento luminiscente del pedernal y la roca. Y me alimentaban las criaturas del desierto, inmolando sus carnes para que yo viva.
Y viajé por los confines más remotos del planeta, cantando el himno del árbol para evocar la brisa, conociendo las constelaciones para que sean mi guía, para perderme en la noche y esperar con esperanza el día.
Siento tu alma tan cerca... ella me habla con una voz suave, suspendida en el cielo de las perlas estelares. Ella me seduce con su aroma tan único e irrepetible, me da vida con su emulsión de sueños escurridos.
Intento evadirla, pero más a ella me aferro, la esclavizo con el aliento de mi fe, tantas veces ya consumida.
Y ella juguetea conmigo, hiere cálidamente mi piel con el contacto de su vacío. Y la atrapo.... me acerco a ella para acariciarla, para arrullarla.
Y es tan querible, tan frágil en la profundidad de sus múltiples matices,
Y la amo.... como quien puede dar la vida para que la luz no se extinga, como quien puede seguir una huella, solo cerrando los ojos, siguiendo en el aire su instinto, su partida.
Óleo de Emily Bonett Te recurro palabra… para huir de la realidad, cubierta en tu manto de inocente apariencia, tan ida del mundo y de sus sombras y visiones, tan secreta en tu opacidad irreverente.
Me aferro a tus disímiles figuras del olvido, a tus cristales azules resquebrajados de miedo, a tu eterno fuego de catástrofe y ruego.
Y te aferro... porque sumergida en ti, sentencio al dolor a una interminable condena, dormitando lejana en las habitaciones salobres de los sueños.
A través de ti, eternizo las miradas de la ausencia, algún susurro lejano, bañado en la espuma del recuerdo.
Y vivo... En tu atmósfera de penas redimidas, en tu paz de nieblas y silencios, en tu entera sensación de dicha y huida.
He despertado esta mañana… Las palabras se encuentran tan frígidas y lejanas. se ven tan huérfanas de inspiración ante mi agonía. Procuro matar el egoísmo que me esclaviza y palidece mi alma como anhelando morir.
No debo más pensar en mí. Eternamente trastocada, oscurezco luces para no ver las realidades y así, tan ida de mi misma, sigo viviendo.
Sigo anhelando la vida, la sonrisa de los niños y la delicadeza de las flores. El cielo que en su vastedad, es sábana de transparencia inmortal para refrescar esta hiriente quemadura existencial.
Me refugio en ustedes, volátiles nubes, tan herejes y etéreas, en ustedes mariposas de sueño , que beben extasiadas de lo dulce. En ti, luna solitaria... tan circular y flotante en las negras mareas de la noche.
En ti arena, piel de mis sensaciones inertes, y en el sol, dueño de los destellos más complejos y hermosos.
Por ustedes he de asfixiar mi negrura, toda esta efusión contradictoria de penas, mil veces,por mí odiadas.
Y he de volar....solo volar.... Con cenizas de tristeza redimida, para aprender, otra vez, a recomenzar.
Tomar una coca con vos es incluso más divertido que ir a San Sebastián, Iruña, Hendaya, Biarritz, Bayona no sentir nauseas en la Travesera de Gracia en Barcelona un poco porque en tu camisa naranja te parecés a un San Sebastián mejor y más feliz un poco porque te amo, un poco por tu amor al yogur un poco por los fluorescentes tulipanes naranjas alrededor de los abedules un poco por el secreto de nuestras sonrisas frente a la gente y las estatuas es difícil creer cuando estoy con vos que puede haber algo tan rígidotan solemne tandesagradablemente definitivo como las estatuas cuando justo frente a ellas en la cálida luz de Nueva York a las 4 en punto vamos y venimosentre unos y otros como un árbol que respira a través de sus adornosy parece que no hay ningún rostro en la muestra de retratos, sólo pintura. De golpe te preguntás por qué diablos alguien los hizo Te miroy prefiero mirarte a vos antes que a todos los retratos del mundoexcepto, posiblemente, El Jinete Polaco, de vez en cuando, que de todos modos está en el Frickque gracias a dios todavía no visitaste así podemos ir juntos por primera vezy el hecho de que te muevas con tanta belleza de algún modo se ocupa del Futurismo del mismo modo que en casa nunca pienso en el Desnudo bajando una escalera o bcuando ensayo en uno de esos dibujos de Leonardo o Miguel Ángel que solían asombrarmey de qué les sirve a los impresionistas toda la investigación que se hace sobre elloscuando no tuvieron a la persona indicada parada junto al árbol al caer el solo lo mismo con Marino Marini cuando no hizo el jinete tan cuidadosamente como el caballoparece que a todos se nos escamotea alguna experienciamaravillosapero yo no voy a dejarla pasar y es por eso que te digo todo esto. Frank O'Hara (1960)
A mi amigo de polvos de luna Te cuidaré siempre, amigo mío…
Y este viaje será tan nuestro. Ciegos de luz caminaremos hacia el territorio de la vida. Abrazando fuertemente nuestros silencios, bajo la sombra incontenible y eterna del cielo.
Sentiremos el olor que despiden las palabras, eterna fragilidad de una llama púrpura nunca apagada. suave agonía de una triste lluvia cuando escampa.
E inventaremos sonrisas de luna donde no haya, buscaremos el espacio donde cruzar nuestras miradas. Seremos tú y yo frente al vacío del abismo, eterno suspirar de almas, en cuerpos nunca más vencidos.
Y la música…
Será como un eco líquido que reconstruya nuestras almas, volátiles partículas que profanen nuestras sensaciones.
Y nos querremos, siempre... tan inocentemente, pero siempre...
Como dos ángeles inmortales, que sentenciados para hacer el bien, anidan en paz con las indestructibles almas.
Tus labios fríos como hielo antártico, tus manos ácidas casi desnudas y ojos ciegos. Soles sombríos, lunas asfixiando noches, estrellas colapsando lágrimas de sangre púrpura.
Me cubres de lamentos con tu sábana de huesos, y rostros desmadrados. El viento de oscuridad palpable, delinea tus pechos, perfectos contenedores de mi saliva.
Me embrionas la tristura con tus entrañas de histeria, sonrojándolo de piel que cubre mi orgasmo masculino. Un día más en tu desgraciez, parto de tu maldición como saco de piel amontonando lamentos, de hiel, ácido y veneno. Y creo que esta noche muero, como siempre, esperando encontrar reposo en tus labios tan fríos.
¿Quién de chico, de los que ahora ya somos adultos, no pasó alguna vez por el temido momento de la sutura? Y si, yo pasé por ese momento. Mis abuelos en el patio de su casa tenían una mesa y bancos revestidos con pequeños pedacitos de azulejos de colores y mi juego consistía en dar vueltas alrededor de la mesa pasando de banco en banco. La mesa era redonda y los bancos semicirculares seguían su contorno perfectamente lo cual facilitaba el recorrido en un excelente círculo. De nada valían las advertencias de mis abuelos: “te vas a caer”, “te vas a caer”, “bajate de ahí”. No sé en qué momento fue, pero recuerdo haber aterrizado en el piso, el cual por cierto era muy duro y de áspero cemento. Mi abuela llegó en el acto atraída por el ruido, yo me puse de pie, no sentí el dolor en ese momento, pero si vi un charco de sangre sobre el portland. Mi abuelo sacó el auto y ahí nomas partimos al doctor. Eran otros tiempos, nada de anestesias, ni cirugías plásticas, una aguja como las de coser de mi abuela, que para mi recuerdo era enorme, enhebrada con un hilo y ahí nomás cosió, luego me colocó una venda tan grande y blanca que delataba mi travesura. A la salida del hospital mi abuela cumplió su promesa, “si te portas bien, te compro un chocolate y una muñeca”. Bueno, bien valía el portarse bien. Volvimos a la casa, yo con mi gigantesca barra de chocolate y mi muñeca negra, los cuales también sirvieron para hacerme cumplir mis promesas de portarme bien a la hora de las inyecciones. Me hicieron meter en la cama. Al rato llegó la ejecutora de las inyecciones, María se llamaba, aparecía siempre a la hora señalada con una cajita de acero plateada que yo escuchaba tintinear antes que la viera, la jeringa era de vidrio y tenía una larga aguja los cuales se hervían antes de realizar la ejecución, aun recuerdo como dolían esas inyecciones, imposible sentarse cómodo hasta después de un tiempo. Y hoy sigo viendo en mi mentón, justo debajo de mi pera, esa cicatriz blanca, una línea blanca con unas rayas que la atraviesan como si alguien hubiera realizado el mismo zurcido que en un pantalón, tres puntos que marcan lo caras que a veces cuestan las travesuras a los cinco años.
Maldita sensación que me devora los tormentos, tú en mis ojos ciegos encarnada de nubes grises. No resisto más tu perturbante presencia.
Me lanzo al abismo de tu bendición, esperando encontrar reposo en tus labios rojos, cobijando mi lengua en las curvas de tu boca.
Latente algo queda descuartizando las cosas, que vale la pena vivir, pero la muerte es tan densa y dolorosa,
Solo se deja de vivir, después te conviertes en alguna otra cosa, suficiente para tapar el hueco que da a las nadas. Vacíos de corazones infernales, de paz y guerras.
Estoy sediento de tu boca, tu estas tan lejos, tu solamente como miel que escurre de la luna. De piel tan clara oscuridad contradictoria, contra razón de la memoria, y el corazón pausado....tan en la inercia, en un hueco dentro del círculo adiamantado de tu alma tan divinamente simple y humana.
Mi alma truena sus disonantes golpes, se siente abstraída en alguna orilla equivocada, pero siempre muy cercana a las costas de la fiel palabra.
Estremecimientos insurrectos la oprimen, estéril sangra arena mi lejana dicha.
Y es que hay tantos caminos errados que convergen en mi conciencia. Tantos pensamientos que debo cruelmente matar, porque tanto egoísmo los consumirá.
Quisiera no hablar de mí....
Quisiera ver el mundo con los ojos de la paz, con los ojos del vencido que vuelve a comenzar. Sentir que nada puede opacar mi verdad porque simplemente no aprenderé a declinar.