viernes, 13 de enero de 2012

Del fuego eterno

Sobre las brasas vivas del amor, la esperanza,
arden como de aceites el dolor y el placer;
así la vida inflama su llama de luz, que danza
de júbilo ardoroso…¡El vivir es arder!

La llamarada alegre que danza, no se cansa
hasta que un día cualquiera, en que así debe ser,
las brasas se consumen y la vida se lanza,
volátil, hacia arriba… ¡Morir es ascender!

Loado una y mil veces este ardor que consume:
nos destila en rocío, nos liberta en perfume,
juramentos y deudas de pasión hace trizas,

los problemas del oro nos resuelve en cenizas,
y nos deja a los vivos la óptima enseñanza
de arder eternamente de amor y esperanza.

Manuel Ortiz Guerrero

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